arte para la ética

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jueves, 22 de septiembre de 2011

El arte como un Bien Relacional

Ovejero habla de “bienes relacionales” refiriéndose a aquellos bienes públicos, producidos sin costes, que se producen de manera compartida y gratificante, cuyo consumo por unos no excluye el consumo de otros, y que se producen en el instante que se consumen. Tales bienes, como explica José Javier León Maracaibo en su artículo Arte, capitalismo y medios de comunicación, dependen de una materia prima cada vez más escasa: el tiempo; lo que los torna “más costosos de producir, porque, por definición, no pueden mejorar su eficiencia productiva y, naturalmente, por comparación, que es como se calibran estas cosas, cada vez resulta más caro dedicar tiempo al cultivo de lo que «no sale a cuenta»”. Entre estos bienes está la política (no “profesionalizada”) como escenario de participación, y la conversación. Estos bienes forman parte de los que “no queremos conceder a la gestión del mercado”.

Si hablamos del arte político, podemos considerarlo materia productiva de este tipo de bienes y es esto lo que concierne a Arte para la ética en estos momentos. Este tipo de arte, hace política no profesionalizada, en cuanto a que no recibe retribuciones monetarias por hacerlo, pero el deseo de hacer política es un signo evidente y latente en la actualidad. Los nuevos valores alejados del tener por tener, acumular compulsivamente, ser por tener, no por vivir, quedan promovidos en las manifestaciones artísticas más recientes. Creemos que este es el resultado de la asfixia que ha producido el sistema capitalista y creemos que la posibilidad de reapropiarse de nuestras vidas es algo evidente, conseguible, sobre todo desde que nos damos cuenta de lo que está pasando. Y esto es lo que realmente adquiere importancia con los esfuerzos de los artistas indignados, que han plantado cara a la situación y que están comunicando sus opiniones, posibilitando ese darse cuenta, como un mensaje coherente.

¿Es posible una valoración artística a partir de esos valores? ¿Participamos del hecho artístico como de una conversación, sin comportar costes y para la cual se exige sólo tener tiempo? ¿Se confunde esta “gratuidad” con lo que sale “gratis”?

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